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Elogio de la brevedad

EL HOMBRE DE LA BOLSA, de Norberto Pannone

 

Cada vez que llegaba la hora de almorzar, Myriam, no podía lograr que el pequeño Tobías, comiera.

Alguien, algún consejero de esos que nunca faltan, le dijo:

-Dile que si no come vas a tener que llamar al “Hombre de la bolsa”.

-¿Te parece que dará resultado?

-Creo que si, además, ¿qué puedes perder…?

Y Myriam siguió con el consejo.

De ese modo, cada vez que Tobías no quería comer, le decía:

-¡Si no comés, llamo al “Hombre de la bolsa”! y el pobre Tobías imaginaba que un hombre malo y feo vendría a buscarlo. Se ponía a llorar y… comía.

Hasta que un día, el niño se cansó de ser amenazado y le dijo a su madre que no comería.

La madre se asomó a la ventana y llamó entonces al  “Hombre de la bolsa”.

-¡Hombre de la bolsa, hombre de la bolsaaaa!

Y apareció un hombre alto y grande con una bolsa gigante, de esas que se usan para consorcio.

Tobías, exaltado y excitado por la curiosidad, salió a verlo.

El hombre preguntó:

-¿Quién me llama? -y Tobías respondió:

-Mi mamá.

-¿Cuál es tu mamá?

-Esta -dijo el niño señalando a su madre.

Entonces, fue así que el grandote, la metió en la bolsa y se la llevó.

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