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Elogio de la brevedad

LA SEGURIDAD NO EXISTE, de María Irazoqui Levi

 

La seguridad, ay de mí, ay de ti, ay de todos, no existe, no, no existe. Puede muy bien ser que en un día soleado, esplendoroso, primaveral, magnífico, salgas a la calle muy feliz, risueña, optimista, reconciliada con el mundo: ¡Oh! qué bonito es todo, qué precioso y cuán maravilloso, entres en el bar de siempre, el de la esquina, tu favorito, a tomar un cafetito, te encuentres, ay de mí, ay de ti, ay de todos, con el troglodita de turno, y que  así, sin más, el troglodita de turno hablando, por ejemplo, de política, vocifere enfebrecido y muy seguro de sí mismo (para él la seguridad sí existe): Con Franco vivíamos mejor, mucho mejor, ahora más que libertad hay libertinaje, los valores de siempre, los eternos: la religión, la familia, la decencia, han desaparecido, ya nada es lo que era, gracias a Dios aún tenemos a Aznar, sus acólitos, y nuestros beneméritos obispos.

Y puede muy bien ser que, ay de mí, ay de ti, ay de todos, aún sabiendo que todo es relativo y la seguridad no existe, sabiendo también que discutir con este hombre es un acto perfectamente inútil, te levantes, soliviantada, de la mesa dejando a un lado tu exquisito cafetito y la no menos exquisita tapita de tortilla, a poder ser rellena de patatas y unas cuantas cebollitas, le digas: Oiga, señor, es usted un repugnante fascista troglodita,  no tengo por qué oírlo, se me está indigestando la tapita, y que, ay de mí, ay de ti, ay de todos, el repugnante fascista troglodita, en un alarde de encendido patriotismo y por una simple controversia que en realidad no es simple porque, aún sabiendo que la seguridad no existe, sigues defendiendo, a pesar de todo, tus principios,  saque, ay de mí, ay de ti, ay de todos, en un abrir y cerrar de ojos, una navaja del bolsillo, te la clave en pleno pecho, y exhales tu último suspiro. 

La seguridad, ay de mí, ay de ti,  ay de todos, no existe, no, no existe. Los fascistas trogloditas sí: mucho cuidadillo.

5 comentarios

Pilar -

Y yo comparto tus ideas, Nora.
Un cuento, vehemente, sí, pero sin condiciones ni coacción, aunque la seguridad no exista.

Nora -

Me encanta tu cuento y comparto tus ideas.
El tal Salvador(significativo el nombre,¡sálvese quién pueda!) no debe saber que a Hitler también lo eligieron democráticamente.

Gerardo -

Excelente historia. Casi me siento soliviantado por el fascista asesino. Casi se palpa la atmósfera de día dichoso primero y de tragedia después. Felicitaciones

Salvador -

No exgera Ud con lo de juntar Franco y Aznar? Acaso cree Ud que es lo mismo estar 40 años gracias a una Guerra Civil que alguien que quiso durar sólo 8 años en el poder habiendo sido elegido democráticamente? Seguramente la vehemencia que le llevó a la muerte por navajazo, sea la misma vehemencia que la impulse a no distinguir a un fascista paranoico con un hombre de derechas muy enrocado en posiciones neoconservadoras.

Félix -

Tú siempre tan vehemente, ay de mí, ay de tí, ay de todos. Es acaso mejor encararse a un fascista o pedirle fuego, preguntarle por el Real Madrid y pedirle cuales son los valores eternos que no ha citado. A lom mejor te evitas una muerte tan prosaica y lamentable. Mira que morir por un fascista provocado!!San Ignacio dice que en época de infortunios no es aconsejable propasarse. Requiescat in pacem! Y conste que soy agnóstico.