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Elogio de la brevedad

EL ASQUEADO, de Ricardo Rubio

EL ASQUEADO, de Ricardo Rubio

Fregado por la frecuentación del espanto, el teniente levantó el auricular y articuló cuatro palabras: “me bajo, mi general”. Un arma le llenaba el cinto y el coraje; apenas pisaba la hipótesis de su pesar hundido en la barbarie y la bajeza de sus actos. De otro lado de la línea, una voz tóxica y atroz le acercó la amenaza. El general adoraba la tortura, los bienes raíces y los recién nacidos, y enseguida envió a los hermanos Costilla para que le propinaran los golpes del desaliento. Esa misma noche lo sorprendieron en un baño de Retiro y le entraron a mansalva con la fruición que les daba el acto de escarnecer. Con un ojo rojo, la boca rota y el pecho maltrecho, el teniente alcanzó la browning con los trozos de sus trizas. Sin espacio para la vacilación, gatilló hasta vaciar la vaina. Ya en su casa, juntó sus pedazos, acomodó sus heridas y se vistió de civilacho. Una hora después, salió del predio de las patrullas y entró en la comandancia. Impávido ante la imprudencia, el general no atinó a tomar su reglamentaria, un plomo de nueve le atravesó el futuro y el pensamiento. El estampido atrajo a la guardia, al suboficial de semana, al oficial de turno y a un grupo de paraciviles de cabeza pelada. Todos dispararon a un tiempo. El teniente cayó con lentitud, de cara a la escarapela que ornaba el pecho muerto del general. Apenas lo oyeron musitar: “me bajo”.

Otros minicuentos en: http://ricardorubio.sosblog.com

1 comentario

Anónimo -

Un problema latinoamericano ¿no?
RHC