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Elogio de la brevedad

Sara Vanegas Coveña

AMNESIA, de Sara Vanégas Coveña (Ecuador)

AMNESIA, de Sara Vanégas Coveña (Ecuador)

Era un ser extraño, impreciso. Llegó a la habitación como flotando, a través de una ventana cerrada, cosa que lo desconcertó tremendamente. Temeroso, quiso observar al recién llegado y entonces supo que era observado. El extraño lo llamó por su nombre, con una voz que parecía ser la suya propia, como si saliera de su garganta adolescente. Cada vez más confundido, y sin proponérselo, miró los ojos del intruso y los encontró inmensos y de un negro tan intenso que, en un instante, y quizá por defenderse del asombro del chico, oscureció totalmente el cuarto. No se podía ver ya nada, y entró en pánico. Quiso correr y gritar, pero no logró mover ni un músculo de su cuerpo… Cuando volvió en sí ya era noche, y al mirarse al espejo descubrió en su rostro dos inequívocos ojos negros, muy grandes. No recordaba nada.

 

EL JARDÍN, de Sara Vanegas Coveña (Ecuador)

EL JARDÍN, de Sara Vanegas Coveña (Ecuador)

EL JARDÍN


—Vente a vivir conmigo— le pidió.

Pero no podía hacerlo.

Entonces soñó que le respondía: "Sí, ahora mismo". Que se  trasladaba inmediatamente a su corazón y que fundaba en él un inmenso jardín.

Con este tesoro en el pecho se marchó de la ciudad y no volvió nunca más.

Cuando murió -en una isla lejana y sin nombre- la gente que le cuidaba no podía creerlo: bajo la gruesa manta que le cubría el pecho brotaban hojas frescas. Muy verdes.