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Elogio de la brevedad

CORTOS DE GUERRA 2, de Hernán Salvarezza

I.

Nunca es tarde le habían dicho, nunca es tarde para empezar o para reparar lo que hicimos mal. Sin embargo Juan pensaba distinto, estaba decidido, pero se sentía tironeado por dos afectos muy diferentes. Había visitado a su novia, esta le había dicho que era una locura, que podían salir del país, empezar de nuevo y que  no era necesario arriesgarse tanto. Pero Juan no escuchaba razones, estaba ciego a la lógica de sus  familiares, sentía que le debía algo a su país y que tarde o temprano esta le reclamaría su deuda. En la calle abundaban las manifestaciones, los carteles de propaganda y las reuniones de jóvenes como Juan que buscaban unirse a las filas de la nación y luchar por un mañana mejor.

II.

Eran las 3 de la madrugada cuando cruzó la última barrera,  solo le quedaba un remoto puesto fronterizo que dejar atrás. Laura tenía un salvo conducto, un documento, preciado y deseado por muchos. Para la embajada la fecha ideal para cruzar sería el dos de Mayo, pero Laura, retrasada por ayudar a la resistencia, cruzaba el cinco. Sus papeles vencidos quizás no servirían en el borde alemán o quizás el soldado, cansado y  con ganas de volver a su casilla podría pasar por alto el error, aunque sea por un sola ves.

III.

Sonia corría por la pradera, asustada, con pocas esperanzas y mirando atrás de cuando en cuando. Perseguida por la crueldad de los soldados germanos cargaba a su hermana, un bebe de 3 meses y unos pocos días. Sus padres habían muerto para darle una oportunidad de escapar hacia Francia, el país de la libertad. Sin destino seguro Sonia avanzaba, lentamente hacia un lugar mejor o hacia la total perdición.

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