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Elogio de la brevedad

DECISIÓN, de Graciela Bucci

DECISIÓN, de Graciela Bucci

  

La vida transcurre  fuera de la caja sombría donde tiene sueño de muerto, aspecto olor rigidez de muerto, el que yace. Le di mandatos al rechazo, entrené el oído para poder acercarlo a la boca, a la piel agrietada y fétida, traté de  aceptar el ronquido apagado, leve.

Reconozco la indignidad, la cercanía del hartazgo; también  reconozco algo de misericordia por un adefesio al que la ropa otorga el beneficio del ocultamiento. Antes de iniciar el rito de la comprobación,  me despojo de anillos y pulseras, de señales que alerten, ningún descuido, ni siquiera el  peligro de una grieta. Por eso los pasos estudiados, los dedos felinos, desnudos,  abrazados al parquet. Todo ensayado, ya no más el súbito entrechocar de las piernas complotándose con el error, ya no más el azar, nada capaz de alterar el silencio, para no despertar al que yace, al que contagia la parálisis, acostumbra al dolor; o casi.

Temo que esos  ojos  se abran y me  adivinen,  como solían hacerlo, cuando estaban de pie.

Entro al cuarto, miro el bulto inmóvil en el  centro de la cama. Y decido. Mis dedos se nuclean, trepan como enredaderas, la mano izquierda sube hasta la nariz, la derecha sobre la boca, y las dos, en una decisión sin retroceso,  aprietan aprietan;    al que yace.

 

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