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Elogio de la brevedad

EL TERCER GOL, de Graciela Iturburu (Río Grande, TF-Arg)

Inicia de repente una desenfrenada corrida, un gesto de urgencia y exaltación se dibuja en su cara, golpea suavemente el balón hacia adelante con su mejor pierna: la derecha. Abriéndose paso entre los contrarios, su antebrazo golpea un defensor y lo empuja, avanza con la mirada fija en la pelota que pica un poco más allá. Su desteñida remera naranja se estira con el tironeo de un rival, se suelta y sigue; gambetea un tercero que venía por la izquierda, sin percibir los gritos de su pequeña pero enrojecida barra; roza la redonda con su pie izquierdo provocando un trayecto levemente curvo; otro, intenta tirarlo, pero ágilmente lo esquiva y sigue la corrida reteniendo en su poder la esfera grandiosa. Su carrera veloz deja una estela de polvo tras su paso ligero; un cuarto quiere golpearlo en las piernas para detener la loca embestida, pero con un salto ágil lo sortea. Ya divisa al arquero, lo ve moverse, calcula la distancia, regula su velocidad, domina el manojo de trapos y medias viejas que hacen de pelota. Amolda el cuerpo, ordena las piernas, con mirada pícara ojea al portero. Lo percibe asustado y desafiante; lo sorprende con un golpe lento al palo derecho, un toquecito suave nomás, y el cómplice balón gira sonriente hacia el tercer gol de la tardecita. Corre. Corre con los brazos enarbolados al triunfo, compartiendo con sus amigos esa gran final. La felicidad los envuelve en un abrazo con eufóricos gritos de alegría. En ese apretón enmarañado, Carlitos descubre el sudor de su cuerpo y el desgarro fatal de su vieja remera naranja; seguramente en casa le darán un par de protestas, pero eso será en otro cuento, éste tiene tiempo completo de festejo a viva voz.

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